Adultos infantiles: una lucha entre la dependencia y la madurez emocional

Hoy en día es común encontrarse con adultos infantiles, hombres y mujeres que no han logrado cierto grado de independencia, dependen económica o emocionalmente de sus padres, se sienten víctimas de su entorno, no pueden mantener relaciones estables, no se desarrollan profesionalmente, evaden los compromisos, no asumen responsabilidades, no asumen roles de padres de forma adecuada, dependen de otros para resolver sus asuntos o hasta huyen de conflictos.

La vida es una serie de etapas con límites visibles o invisibles, biológicos o simbólicos, conscientes o inconscientes, elegidos o forzados. Cada etapa tiene desafíos y pruebas, conteniendo aspectos fundamentales para nuestro crecimiento y bienestar emocional.

Sin embargo, todo cambio de etapa implica dejar atrás la etapa anterior, y aquí es donde surgen muchos conflictos, ya que la etapa anterior intenta retenernos mediante emociones, apegos, miedos o lealtades.

La inmadurez emocional es un rasgo donde se suelen postergan las etapas del desarrollo personal, muchas veces hasta el infinito. Se valora la juventud eterna, se ve la responsabilidad como una carga y no como una oportunidad de crecimiento, los sentimientos incómodos justifican evitar los compromisos, los cambios de etapas se evitan por las dificultades que pueden significar.

La infancia es la etapa más significativa de la vida, pero muchas veces no se deja atrás adecuadamente, y ciertos aspectos infantiles permanecen en nosotros, influenciando nuestras respuestas a las diferentes situaciones de la vida.

Esto se suele ver en hombres apegados a su madre, en mujeres que siguen esperando una presencia determinada de su padre, adultos que siguen pendientes física o emocionalmente de sus padres, hombres que no pueden poner límites a su madre, mujeres que siguen siendo madre de su madre, adultos que no logran imponer sus deseos por no incomodar a su familia.

La madurez emocional requiere superar las etapas materna y paterna, abandonar esos universos pero integrando sus diferentes aspectos en nosotros mismos. Esto es lo que nos permite ir encontrándonos con nuestra propia individualidad y desarrollando nuestra madurez emocional.