La culpabilidad y el victimismo son dos aspectos muy presentes dentro de los conflictos, sobre todo los que vivimos con otras personas.

Todos en menor o en mayor medida utilizamos la culpabilidad como mecanismo por el cual, frente a un conflicto, colocamos la responsabilidad en algún otro sitio que no somos nosotros mismos, y ese sitio suele ser la otra persona.

Una vez que asignamos la responsabilidad sobre lo que sucede en el otro, lo hacemos culpable, y eso trae sus consecuencias:

Por un lado, al asignarle la culpa al otro también le damos el poder sobre la solución de lo que sucede. Ya que si él es el causante también de él depende que la cosa se resuelva.

Por otro lado, cuando asignamos un culpable, instantáneamente creamos el polo opuesto, la víctima, algo que nos autoasignamos.

El victimismo no solo es una renuncia a toda responsabilidad, sino que también bloquea e impide la correcta gestión de aquello que sucede, lo que implica también alejarnos del aprendizaje y el crecimiento al que toda situación conflictiva nos invita.

Es más fácil buscar un culpable, pero es mucho más importante abrirnos a encontrar nuestra propia cuota de responsabilidad en lo que sucede. Nuestro crecimiento depende de eso.