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Lo primero que vamos a hacer es comprender a nuestro diálogo interno como una voz que sucede en nuestras cabezas, que nos está acompañando todo el tiempo y en todo lugar. Rara vez podemos estar en silencio, más bien todo es una charla incesante. Una voz que habla y hasta se contesta.

Hace comentarios, genera conversaciones, propone ideas, dice lo que es bueno, lo que es malo, lo que quiere, lo que no quiere, trae recuerdos, da alertas sobre el futuro, etc. y así se pasa todo el día, hablando.

Ya es hora de dormir.
¿Entré la ropa?
No, me olvidé, la entro mañana.
Ahora, sino va a estar húmeda.
Ya tengo sueño.
La tengo que entrar igual.
Ya voy.
Ahora, dale.

Hay una cosa interesante, y es que tenemos la capacidad de escuchar esa voz, diferenciarla y observarla.

Si prestamos atención nos podemos dar cuenta de todo lo que está diciendo.

Vamos a hacer un simple ejercicio:

Permanece en silencio y sin hacer nada durante unos segundos, escucha esa voz y fijate que dice…

No voy a tomarme unos segundos
Esa es la voz

La estoy escuchando
Esa es la voz

Nada, no dice nada
Esa es la voz

Se quedó callada
Esa es la voz

Todo lo que te digas,
esa esa la voz.

Todo lo que estás escuchando que viene desde tu cabeza, ahí está esa voz. Es casi como un compañero de habitación allá arriba que le gusta más hablar que comer o mirar Netflix.

Pero, mediante la relación sujeto-objeto, podemos diferenciarnos de esa voz ya que es algo que sucede que somos capaces de observar.

Esto nos permite ver que esa voz no somos nosotros, sino que nosotros somos el sujeto, quien tiene la capacidad de observar, y la voz sería el objeto, lo que se está observando.

Entonces, si no somos esa voz: ¿Quién somos realmente? Somos quien la observa, la escucha.

Esto nos permite mejora nuestro diálogo interno, porque al darnos cuenta que no somos esa voz, sino quien la está escuchando, tenemos la posibilidad de no identificarnos con todo lo que dice.

Al igual que con nuestras emociones, que tenemos la capacidad de observarlas y sentirlas, con nuestro diálogo interno sucede lo mismo.

Somos el observador detrás de todo eso.

Unas de las principales dificultades que se presentan con esta voz es querer que calle, y ahí mismo está el problema, ponemos energía para que se calle, rechazandola.

Siempre debemos cambiar el rechazo por la aceptación, para desde ahí buscar comprender y ver qué de nosotros hay en todo eso.

No la tenemos que hacer callar, ni intentarlo. Tampoco podríamos. En vez de querer que calle, vamos a prestarle atención.

Nuestro campo de acción está en tomar la decisión consciente sobre desde dónde escuchar esa voz.

Como esa voz no soy yo, no tengo porque creerme todo lo que dice.

Tenemos que entrenar la capacidad que tenemos de observar esa voz, prestar atención a qué nos está diciendo y sobre todo decidir qué queremos hacer con eso que dice, si darle espacio o dejarlo pasar.