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En la mitología griega, Narciso fue un joven muy bello y atractivo, que todos estaban enamorados de él. Un día, la diosa Némesis, decide castigar a Narciso por su arrogancia y desprecio hacia quienes lo amaban. El castigo fue que se enamorara de su propia imagen que él vio reflejada en un estanque de agua, quien, incapaz de alejarse esa imagen, se arroga al agua y se ahoga.

Todos tenemos un Yo, llamado también Ego, que fuimos construyendo en la primera etapa de la vida, influenciado sobre todo por nuestro entorno. Todos necesitamos de la construcción de un Yo fuerte y saludable, que nos permita enfrentarnos de una manera equilibrada al mundo externo.

El asunto es cuando ese Yo, por distintas circunstancias, comienza a desarrollarse y a crecer de manera desmedida, en el caso del narcisismo, inflándose y expandiéndose, creando una autoimagen y autopercepción de la persona que distan de la realidad.

Los hombres narcisistas suelen ser personas que prioriza tanto su personalidad, su vida y sus asuntos, que constantemente deja en un segundo lugar al resto, creyendo que son los demás quienes tiene que servirles o adecuarse a ellos.

A su vez pueden ser hombres mujeriegos, que viven entre relaciones esporádicas, buscando constantemente alimentar esa imagen elevada de él, acompañando todo esto con sentimientos de superioridad y con poca capacidad de autoevaluación.

Estas características en el hombre suelen tener su origen en una relación excesivamente afectiva con su madre, quien solía tener mucha presencia en la vida emocional de su hijo, creando también una idealización de este.

Pero no se trata solo del hombre narcisista, porque en las relaciones de pareja no se trata únicamente de uno, sino también debemos prestar atención a qué nos lleva a relacionarnos con ese tipo de personas y qué tenemos que aprender e integrar.

La mujer que se relaciona con este tipo de hombre suele llevar consigo un Yo más débil, modificando quien es por los demás, adecuándose a su entorno, dejando en un segundo lugar sus deseos y necesidades.

Estas características en la mujer suelen tener un origen emocional en un vínculo afectivamente “pobre” con su padre, quien no ha fomentado y cuidado de forma adecuada la imagen de ella como mujer.

Como el mito de Narciso, estas características impiden a la persona a conectar realmente con los demás, creando una distancia emocional en sus relaciones y la imposibilidad de construir vínculos auténticos y estables.

La pareja es el gran espejo en la vida de todos. La mujer que se encuentra una y otra vez con hombres narcisistas está proyectando en ellos la propia necesidad inconsciente de fortalecer su Yo, de construir una imagen de ella misma más fuerte y sólida.

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