Toda relación entre padres e hijos son relaciones especiales, podríamos hablar de cada una por separado porque, aunque todas comparte generalidades, cada una contiene sus interesantes particularidades.

Un vínculo madre-hijo que no logra desarrollarse de forma totalmente equilibrada, “saludable” o que no propicia el desarrollo individual del hijo, trae consigo una serie de dificultades en la vida adulta que producen ciertos bloqueos, y sobre todo en las relaciones.

Mantener a la madre cerca

Mantener a una madre cerca es un indicio de que inconscientemente hay una fidelidad o necesidad que ese hijo aún quiere cubrir en su madre. Protección, cuidado, escucha, atención, sostén emocional. Aspectos que fueron aprendidos en la infancia a través de situaciones donde ese hijo fue colocado en un rol que no le correspondía.

Algunos ejemplos:


Buscar a la madre en otras mujeres

La madre para un hijo no solo es la representación de la madre como símbolo, sino también de la mujer. Es quien da forma al aspecto femenino interno del hombre.

Una falta o un exceso afectivo resulta en un empobrecimiento del vínculo. Esto puede generar una búsqueda de esa madre pero en otras mujeres. Para que sean ellas quien cubran aquello que la madre fue o no fue.

Algunos ejemplos:


Ser siempre hijo

Un hijo que no logró cortar el vínculo materno en tiempo y forma se convierte en un hombre-hijo. Esto pude ser producto de la sobreprotección, de ausencia paterna, etc.

Un adulto que siempre está en ese rol de hijo, traslada las necesidades y comportamientos propios de un hijo pero a su vida adulta, y sobre todo en la relación con su pareja.

Algunos ejemplos:

El poder del vínculo madre-hijo es tan fuerte que determina nuestra forma de vivir la vida adulta, pero a la misma vez somos nosotros de adultos que tenemos que superar las limitaciones que esos vínculos pueden haber generado.