Nada como un padre con la suficiente autoconciencia para no buscar curar sus heridas ni cubrir sus necesidades a través de sus hijos.

No es que un padre busque de manera consciente resolver sus conflictos a través de sus hijos, sino que sucede de manera inconsciente, es involuntario, y se da por la falta que el padre suele tener de reconocer sus heridas y necesidades, lo que no le permite gestionarlo de forma adecuada.

La autoconciencia es la capacidad de ser consciente de nosotros mismos, de nuestros conflictos internos, de nuestros patrones de pensamiento y de conducta. Ser observadores de aquello que nos sucede y sobre todo de lo que nos afecta, pudiendo tomar distancia para poder evaluarnos y cuestionarnos a nosotros mismos.

Los hijos suelen ser receptores de todo aquello que los padres no pueden gestionar emocionalmente en ellos mismos. Los dolores no sanados, los conflictos no gestionados, las necesidades no cubiertas, las emociones no expresadas.

Una madre obliga a su hija, quien tiene TDAH, a que haga las tareas del colegio sola en su habitación. Este comportamiento tiene raíz en su propia infancia, donde no tenía de quien recibir ayuda. Aprendió que la única forma de hacer las cosas es resolviéndolas por ella misma. Ella no se permite pedir ayuda, algo que traslada y enseña a su hija.

La autoconciencia permite reconocer las heridas y necesidades propias, la mayoría de ellas generadas en la infancia, y tomar dimensión de cómo estas siguen presente hasta el día de hoy, y a partir de ahí, encontrar una forma más adecuada de gestionarlas.

“El niño expresa lo que los padres llevan en sí y no pueden expresar.” Françoise Dolto