Aunque a simple vista los roles de la familia sean algo claro y de lo que todos son conscientes, no siempre es así, muchas veces estos roles cambian y los miembros pueden comenzar a ocupar lugares que no le corresponden y que poco benefician su desarrollo y salud emocional.
- Hijos que se vuelven simbólicamente la pareja de sus padres.
- Padres que constantemente se meten en la vida de sus hijos.
- Hijos que toman decisiones por sus padres.
- Suegros que opinan de todo lo que la pareja hace.
- Padres que deciden sobre la pareja de su hijo.
- Padres que tratan a sus hijos como amigos.
- Hermanos que interfieren como figuras paternas.
- Padres que delegan responsabilidades emocionales en los hijos.
Padres, hijos, parejas, hermanos, suegros, cada uno de los roles que componen el sistema familiar arquetípicamente deben cumplir con ciertas características, que son justamente las que mantienen el equilibrio entre todos.
Pero no se trata únicamente de que cada uno ocupe su rol, sino también que todos puedan hacer respetar su propio rol, su espacio o la dinámica que necesita dentro de la familia.
Cuando los roles se cambian y los espacios comienzan a ser pocos definidos, las dinámicas cambian de tal manera que alguien en el sistema familiar comienza a desarrollar funciones que no son propias y esto pueden inhibir su propio desarrollo y la concreción de sus metas o deseos.
- Hijos adultos que no consiguen pareja por estar simbólicamente casados con sus padres.
- Padres que no logran solucionar sus conflictos de pareja por estar pendiente de sus hijos.
- Hijos adultos que se distancian de sus parejas por estar ocupándose de los asuntos de sus padres.
- Parejas que no se pueden consolidar porque los suegros están más presentes de lo que deberían.
Los roles claros y los límites definidos son clave para la salud emocional y el crecimiento individual dentro de la familia, evitando dinámicas que obstaculicen el bienestar y las metas de sus miembros.