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La influencia de la infancia en la vida emocional adulta

Nuestra vida emocional actual está totalmente vinculada a las experiencias emocionales que hemos vivido en nuestra infancia. Lo que no fue resuelto en esos momentos, insistirá hasta que lo podamos reconocer.

Uno nunca se separa de todo lo que sintió durante la primera etapa de su vida. La sensibilidad emocional que tenemos en esos momentos es tal, que todo lo que sentimos encuentra un lugar donde alojarse en nuestro interior.

Las emociones que logramos gestionar e integrar en nosotros, que le encontramos un sentido, una razón de ser y que le podemos dar une expresión, formarán parte de nuestra inteligencia emocional, de los recursos emocionales que nos permitirán gestionar las dificultades de la vida.

En cambio, las emociones que no logramos gestionar e integrar, que no podemos expresar, que no encuentran una explicación o un sentido, quedarán almacenadas como si fueran nudos emocionales, los que durante el resto de nuestra vida aparecerán una y otra vez a la espera de una correcta gestión e integración.

La vida emocional de nuestra vida adulta está influenciada por esos nudos emociones experimentadas en la niñez. Experimentamos las memorias emocionales que se conectan con nuestro pasado.

Cómo nos sentimos con respectos a los otros, a nosotros mismos, a las situaciones que vivimos, a aquello que nos bloquea, que nos limita, que nos condiciona, todo es producto de esas emociones que aún siguen en nosotros esperando la oportunidad de ser reconocidas e integradas.

«Miramos el mundo una sola vez, en la infancia. El resto es memoria». Louise Glück