Esta claro que las experiencias dolorosas de la infancia nos marcan y dejan huellas en nosotros, al punto de modificar nuestra personalidad, lo que somos, y nuestra manera de sentir, de comprender y de relacionarnos con todo lo que nos rodea.

Pero no solo lo que fue de gran dolor, sino también las situaciones que han generando un impacto emocional en nosotros ya son generadoras de un cambio de quienes somos y seremos durante nuestra vida adulta.

El asunto es podemos estar usando esas experiencias como excusas. Historia que nos contamos una y otra vez, como motivo o causa de aquello que nos sucede hoy en día, sin darnos cuenta que hay aspectos nuestros que se sienten cómodos en eso, y que aunque parecería algo doloroso, se han identificado con esa historia al punto de no poder soltarla al día de hoy.

Ya sea por miedo al cambio, a la incertidumbre o por tener que dejar atrás aquello que fuimos, preferimos usar nuestras experiencias dolorosas del pasado para justificar nuestra actual vida, con la intención inconsciente de evitar asumir la responsabilidad y el cambio necesario sobre la vida que tenemos.

El sentido que le damos a lo que nos sucedió, a través de lo que nos decimos y explicamos, determina los efectos que tiene y la manera en que vivimos nuestra vida.

Ya no se trata de las experiencias dolorosas, sino de aquello que decimos y hacemos al contarnos esa experiencia, porque es justamente ese relato el que puede mantenernos atados a nuestro pasado, impidiendo que podamos vivir de mejor manera nuestro presente.