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Agresividad

La agresividad tiene aspectos positivos que todos en cierta medida debemos integrar.

La agresividad es una fuerza interna que forma parte de nosotros. Nadie es ajeno a dicha fuerza, es algo humano, pero no todos entablamos el mismo vínculo con esa energía, y como todo dentro del mundo emocional, es algo determinado sobre todo por nuestra historia familiar.

Podemos entender a la agresividad como la capacidad humana para oponer resistencia a las influencias del medio, es por eso que esa capacidad debe ser integrada y gestionada de forma correcta para poder tener una relación saludable con nosotros y con nuestro entorno.

Toda energía emocional tiene la capacidad de construir y de destruir. Por ejemplo, un vínculo afectivo en exceso, como la sobreprotección, puede destruir la individualidad de la persona. Solemos juzgar diferente esas energías, pero en cada una de ellas hay recursos muy importantes para nosotros.

La agresividad también tiene la capacidad de construir, y muchas veces dejamos de lado sus aspectos positivos, como por ejemplo aquellos que nos permiten poner límites, hacernos respetar o proteger nuestro entorno, como también aquellos que son un pilar crucial para construir nuestra autodeterminación, autoestima y autoconcepto.

La agresividad cuando no es correctamente integrada se manifiesta en exceso fuera de nosotros, y lo solemos experimentar en situaciones violentas, por ejemplo en relaciones de pareja.

Nunca debemos olvidar que todas las experiencias que vivimos son un reflejo de nuestro estado interior, y cada una de ellas esconde los recursos necesarios que nos permitirán gestionar lo que nos sucede de una manera más saludable.