Nuestra personalidad se va conformando desde etapas muy tempranas.
Esas primeras etapas nos marcan ya que es dónde aprendemos sobre lo que es bueno y que es malo, que tengo que ser y que no, que es aceptado o rechazado, y muchas otras cosas que nos van moldeando para construir lo que terminamos siendo de adultos.

Muchas de las características que etiquetamos como “malas” que aprendemos en nuestra niñez, ya sea porque nos las enseñan o por la manera en que las vivimos, las enviamos a un lado oculto de nuestra personalidad. Lo que sí dejamos en nuestra personalidad “visible” son aquellas cosas que de alguna manera son aceptadas, están bien vistas o si se nos permiten.

Pero, todo forma parte nuestro, tanto lo que aceptamos como lo que rechazamos. Nuestro ser, es un ser completo, pero que de alguna manera reprime, de forma consciente o inconsciente ciertas características propias.

Mirar lo que nos rodea nos da buenas pistas para encontrar estos aspectos que rechazamos. Nuestro entorno es un espejo en el cual nos podemos ver perfectamente reflejados.

Responder estas preguntas es comenzar a vernos más a nosotros mismos.

“Uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad” Carl Gustav Jung