fbpx

La madre llega cansada de trabajar y su hija le cuenta que estuvo todo el día practicando y le quiere mostrar como baila. Le responde que no tiene tiempo, que recién llegó, que quiere estar tranquila y que en vez de bailar se ponga a hacer la tarea que eso es mejor. De a poco esa niña comprende que el baile no es bueno, que lo que realmente sueña y desea tiene que hacerse a un lado y lo más importante es lo que le toca hacer, sus responsabilidades.

Nuestro verdadero ser, nuestros dones, nuestra creatividad, lo que verdaderamente somos, todo está en el niño que éramos. Ese niño sentía y vivía su ser con plenitud, lleno de energía y vitalidad.

Pero, lentamente y casi sin darnos cuenta, ese pequeño individuo que vive desde el Ser comienza a comprender que tiene que vivir desde el hacer; dejar de comportarse desde lo que siente y lo que verdaderamente es.

Se vienen las responsabilidades y los juicios, lo que está bien y lo que está mal, los filtros, las mascaras que nos vamos poniendo para ser parte de un grupo social, tanto la familia, el colegio o los amigos, donde nos dicen cómo debemos ser y como nos debemos comportar. No siempre lo expresan, a veces basta un gesto o una reacción para comprender que lo que hacemos está mal visto.

Vamos construyendo una personalidad sobre lo que realmente sentimos ser, y lentamente vamos apagando una fuente de energía inmensa que tenemos dentro

Ese niño interior, en realidad nunca deja de existir, está ahí pero cubierto de capas que fuimos poniendo a medida que fue pasando el tiempo para formar parte de nuestro entorno.

Reencontrarnos y volver a conectar con lo que ese niño es, con su esencia, su energía y sus pasiones nos puede conducir a llenarnos de vitalidad y de creatividad, a comprender que el mundo sigue siendo el mismo que siempre fue, el que cambió realmente fuimos nosotros.

Madurar no implica perder todo esa vitalidad y energía que tenemos. Madurar no implica esconder lo que soñábamos y disfrutábamos.

Muchas veces cuando decimos “yo no puedo con esto” en realidad el que no puede es el niño, él fue quien se vio frustrado, no el adulto, el adulto puede con todo, aunque sigue aferrado a una limitación ya caducada.

Intenta volver a conectar con esa fuente de energía, vitalidad y creatividad que llevas dentro.