Lo que sentimos genera un impacto invisible en los demás.

Los sentimientos que tenemos van mucho más allá de nosotros. Se expresan en lo que decimos, de la manera que lo hacemos, en nuestros gestos, en cómo respondemos.

Todo esto sucede a nivel inconsciente, algo que genera efectos en quienes nos rodean.

Si siento que mi hijo chico no cumple con lo que espero de él, mi cuerpo lo comunicará aunque no lo quiera. Mi gestualidad, las palabras que uso, la manera en que lo miro, todo será distinto, y eso producirá un efecto en él.

Lo mismo en la pareja. Si siento que no confío en el/ella, mi cuerpo lo comunicará aunque no lo quiera, y el vínculo cambiará a raíz de mi sentir.

Todo esto genera un efecto invisible en el otro. La manera que esta persona tendrá de vincularse, con nosotros y con eso que sucede, sufrirá un cambio producto de aquello que estamos expresando y comunicando de manera inconsciente.

Pero tampoco se trata de hacer de cuenta que no sentimos lo que sentimos. Por un lado porque sería reprimirlo, algo que traerá otras consecuencias en nosotros, y por otro lado porque igual lo seguiríamos sintiendo, y no somos consientes de los efectos que esto genera en nuestra manera de comunicarnos.

Lo que sentimos cambia las palabras que elegimos para usar o las microexpresiones que hacemos, y todo esto produce un cambio el ambiente en el que estamos.

Se trata de gestionar y trabajar sobre nuestros sentimientos, para descubrir qué hay en nosotros para estar sintiendo eso, y desde ahí dejar de colocar en el otro los efectos de nuestros propios sentimientos.