Nos sentimos seguros cuando de alguna manera u otra tenemos el control de lo que sucede en nuestro entorno, y no digo controlar, sino ver que las cosas se dan como queremos que se vayan dando, sentir que las cosas se van dando bajo nuestro control. Ya sea en un proyecto, en el trabajo o en una relación, estamos bien cuando todo va como queremos que vaya.
Pero, muchas veces, las cosas no se dan de esa manera. Ese proyecto no sale como pensaba, en el trabajo tengo que hacer cosas que se supone que no debería hacer o esa relación no sucede de la manera que quería que sucediera. Pierdo el control y no está a mi alcance cambiar las cosas para que sean como quiero. Y ahí es cuando nos comienza a afectar lo que sucede.
La realidad es que nunca tenemos el control, las situaciones se nos van presentando y nosotros, en busca de sentirnos seguros, perseguimos la ilusión de tener el control, pero el control no lo tenemos, en todo caso podemos tener la ilusión de tenerlo, pero no deja de ser una ilusión.
El hecho no está en no pretender que las cosas sucedan como nos gustaría, sino en el estrés que nos genera intentar que todo sea como queremos que sea.
Dejar de pretender controlar lo que se te presenta es abrirte a nuevas posibilidades. La incertidumbre te va a llevar de algo que pretendes a algo que te está esperando.
¿Qué situación actual está fuera de tu control y le pones un freno?