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El adulto que soy, no tiene conflictos, no sufre, no le molesta lo que sucede y no se frustra por no poder. El adulto que soy, solo vive experiencias que hacen despertar emociones que conectan con emociones vividas de niño, quien, de alguna manera dolido, es quien reacciona y sigue presente hasta el día de hoy.

Sana al niño y el adulto aparecerá.