Es muy importante diferenciar los sentimientos de las emociones, porque al reconocer cuál es cuál y cómo se manifiestan en nuestra vida, podremos mejorar notoriamente nuestra gestión emocional. Aunque suele ser algo que confundimos, un sentimiento y una emoción tienen sus diferencias, pero en la práctica las solemos experimentar conectadas.

Las diferencias entre sentimientos y emociones

¿Qué son los sentimientos?

Los sentimientos son las explicaciones que nos damos a lo que sentimos físicamente. Es un proceso mental donde, a través de nuestros pensamientos, intentamos comprender qué sucede en nosotros. Esta explicación surge de tomar como fuente de información las sensaciones físicas que experimentamos en nuestro cuerpo (las emociones) y la situación en la que estamos inmersos.

La característica principal de los sentimientos es su subjetividad, ya que toda explicación siempre es una interpretación que hacemos de lo que sucede, influenciada por nuestra historia familiar y personal, por la sociedad y cultura en la que vivimos y por nuestra propia manera de ver y comprender la vida.

¿Cómo reconocemos un sentimiento?

Un sentimiento lo podemos reconocer a través de nuestros pensamientos, porque no es lo que sentimos sino lo que nos decimos de lo que sentimos. Para eso necesitamos observar todos aquello pensamientos que tratan de explicar y argumentar nuestro sentir, en donde también nos encontraremos con nuestra propia y singular manera de interpretar todo lo que nos sucede. Más adelante veremos un ejemplo para que esto quede claro.

¿Qué son las emociones?

Las emociones son reacciones fisiológicas, sensaciones que sucede en nuestro cuerpo como respuesta a algo que estamos experimentando. Las emociones suelen aparecer en nosotros y diluirse a medida que pasa el tiempo.

Paul Ekman, psicólogo estadounidense, definió 6 emociones básicas, que son innatas y que todos compartimos. Las emociones son: Sorpresa, Asco, Tristeza, Ira, Miedo, Alegría. Cada una de estas está acompañada de diferentes sensaciones físicas, expresiones corporales y respuestas fisiológicas. Cada una de ellas tienen objetivos concretos, formados a través de nuestra evolución, como adaptaciones al medio, para principalmente fomentar nuestra supervivencia.

¿Cómo reconocemos un emoción?

Una emoción la reconocemos a través de las sensaciones físicas que nos producen, que se suelen ubicar en alguna parte de nuestro cuerpo. Eso que sentimos es la emoción, no es lo que nos decimos de lo que estamos sintiendo ni el motivo del por qué sentimos eso, sino simplemente la sensación física.

Sentimientos y emociones en un ejemplo

Un hombre no vuelve a su casa a la hora que se supone que normalmente llega de trabajar. No le mandó un mensaje a su pareja para avisarle. Su esposa lo llama reiteradas veces y tampoco contesta el teléfono.

Acá pueden aparecer emociones como ira, tristeza o miedo, y todo eso traducirse en sentimiento como “me siento abandonada”, “siento que no me respeta”, “me siento sola”, al raíz de estos sentir viene explicaciones como: “mi marido es poco presente”, “a mi pareja no la importa como me siento”, “no se puede esperar nada de él”. La interpretación de los sentimientos generan un conflicto subjetivo, algo que no sucede objetivamente, sino que surge de la explicación que esa persona se da, algo que está directamente conectado a su historia personal y de la forma que fue a través de su vida generando sensibilidad para determinadas experiencias. Esto puede generar que cuando su pareja vuelva esta persona plantee la situación de una manera o de otra, algo que la puede acercar o alejar tanto de un conflicto como de su resolución.

¿De qué sirve diferenciarlos?

Una correcta gestión emocional trata de tomar consciencia y diferenciar los hechos objetivos frente a nuestra interpretación subjetiva, para llegar a comprender de qué manera nuestra historia personal está influenciando a nuestros conflictos desde de las explicaciones que nos damos de lo que sucede.

Frente a un conflicto de pareja, no es lo mismo trabajar sobre “me gustaría que me avises si vas a llegar tarde así puedo organizarme mejor en casa” a diferencia de plantear la situación como “me siento sola, no estás para acompañarme”, “sos un descuidado conmigo”, “no sos buen compañero”. Uno parte de una situación específica, algo que permite encontrar una resolución concreta, en cambio los otros se planeta desde un nivel de abstracción y subjetividad que se hace más difícil de abordar, y sobre todo que suelen hablar mucho más del emisor que del receptor.