Durante la primera parte de nuestra vida adquirimos y construimos una manera de ser. Nuestra personalidad se va estructurando y solidificando en determinados aspectos, que son los que llevaremos con nosotros hacia el mundo exterior y hacia vínculos sociales externos a la familia.
La pareja nos conecta con todos aquellos aspectos que han quedado fuera de nuestra personalidad visible, todo aquello que decidimos no ser durante la primera parte de nuestro desarrollo.
Cuando entablamos un vínculo de pareja, nos acercamos inconscientemente a alguien que completa aquello que somos, alguien que contiene ciertos aspectos que, por distintas circunstancias, hemos mantenido alejado de nosotros.
Sucede algo muy particular en la relación de pareja, aquello que al comienzo nos atrae, luego con el tiempo nos comienza a generar rechazo o es motivo de conflicto. La atracción, que sucede de manera inconsciente, nos acerca a aquellos aspectos que nuestra pareja lleva consigo y que vamos a necesitar integrar en nosotros.
Una persona que siempre pone a los demás en primer lugar se encuentra con una pareja que piensa más en sí mismo. Justamente su pareja la invita a desarrollar ese aspecto, a priorizar sus necesidades, a escucharse más, dejando un poco a los demás de lado. Si esta persona no logra integrar esto, comenzará a ver a su pareja como alguien egoísta, que solo le importan sus cosas, etc.
Una persona que siempre necesita un plan y una estructura en su vida, se encuentra con una pareja que es espontánea y flexible. Justamente su pareja la invita a desarrollar ese aspecto, a ser más adaptable, menos planificada, a soltar. Si esta persona no logra integrar esto, comenzará a ver a su pareja como alguien que no se compromete con nada, que nada le importa, etc.
El vínculo de pareja nos completa, pero no porque nos falte algo, sino porque nos hemos decidido inconscientemente por ciertos aspectos, olvidándonos de desarrollar otros, algo a lo que nuestra pareja constantemente nos invita.