Muchas veces, la necesidad interna de cambio que podemos tener se ve limitada por la influencia de nuestro sistema familiar de origen, ya que un cambio individual significaría un movimiento en todo el sistema, forzando a los otros también a cambiar.
Murray Bowen, quien definía a la familia como un sistema emocional, decía que “la familia es un sistema en la medida en que el cambio de una parte del sistema va seguido de un cambio compensatorio de otras partes de ese sistema”.
Si el cambio propio implica también un cambio en el sistema, inconscientemente nuestro movimiento individual está influenciado por aquellas pautas, creencias, mandatos o exigencias que el sistema familia tiene hacia nosotros.
Un aspecto positivo de la familia, como lo es la unión entre sus miembros, que favorece el cuidado, protección y desarrollo de cada individuo, puede al mismo tiempo ser perjudicial, porque esa misma unión puede impedir o dificultar la diferenciación de uno de alguno de sus miembros.
Un cambio individual siempre generará cierto grado de conflicto. Bowen decía: “nos encontramos con que debemos afrontar toda clase de rechazos, alianzas y resistencias propios de todos los sistemas emocionales”.
Cuando tenemos un conflicto, un bloqueo o cuando nos vemos impedidos a conseguir algo que deseamos o necesitamos, necesariamente debemos mirarnos, no solo como individuos, sino como parte de algo más grande que nosotros, como parte de nuestra familia.
La cuestión es, por lo tanto, preguntarnos: ¿quién se beneficia de mi situación?, o ¿quién se perjudicaría con mi cambio?