El nivel de tranquilidad que podemos tener con nuestras decisiones está determinada por la coherencia interna que tenemos al momento de tomarlas.

No podemos evaluar las decisiones que tomamos como correctas o incorrectas simplemente por los resultados que obtenemos, porque la evaluación de los resultados siempre está condicionada por nuestras expectativas.

Un resultado que a simple vista perece negativo puede llevarnos al mayor aprendizaje de nuestras vidas. En cambio, un resultado que a simple vista parece positivo puede hacernos permanecer en una vida condicionada y limitada.

Si hay una medida que podemos usar para determinar lo correcto o incorrecto de nuestras decisiones, es nuestro estado interior al momento de tomarlas.

La coherencia interna que logremos tener surge de alinear lo que sentimos, lo que pensamos y por sobre todo, si es una decisión consciente que nace de nosotros, de nuestras necesidades y anhelos reales.

Hay decisiones que no son nuestras, sino de alguien más. Y en esto influye muchísimo las lealtades familiares, las culpas, los mandatos, los roles asumidos, algo que condiciona notoriamente la dirección de nuestras vidas.

Nuestro trabajo es ser coherentes con nosotros mismos, las decisiones surgirán solas como consecuencia de nuestro estado interior.