Cuando nos molesta o nos afecta una situación, no son concretamente esos hechos que nos afectan, sino nuestra manera de interpretarlos.

Parados desde la propia emoción que estamos viviendo, ya sea enojo, tristeza, ira, etc. es difícil poder entender que la situación realmente no es lo que estamos viendo. Mientras más pensamos sobre la situación más nos auto-convencemos de que tenemos los fundamentos para sentir lo que sentimos.

Pero, lo que vemos está nublado o condicionado por nuestros juicios y creencias, y estos determinan de la manera que lo vemos todo.

Sabiendo esto, es necesario tomar consciencia que nuestros conflictos no son tal. Los hechos que vivimos son tan solo experiencias, simplemente experiencias, que de alguna manera las catalogamos y las etiquetamos en base a nuestro pasado.

Lo realmente importante de esto es encontrar dónde aprendimos a ver los hechos de esa manera, cómo y cuándo aprendimos a interpretarlos, ya que en esa interpretación está la semilla de lo que luego será el conflicto y que de alguna manera nos seguirá condicionando a lo largo de nuestras vidas.
Llegando a la raíz de esto podemos realizar los verdaderos y tan necesarios cambios de percepción, que nos permitirán poder tener una visión distinta, más sana y más ecológica de nuestras experiencias.

Nuestras interpretaciones son las que nos llevan a tener conflictos. Y estas interpretaciones están condicionadas por nuestros juicios y creencias.