El otro día volvíamos a casa en el auto y comenzó a sonar la canción Chiquillada, de José Carbajal.
Hay dos cosas que me conectan con esta canción.
Tenía muy claro el motivo de una: fue la primera canción que aprendí a tocar en la guitarra. Mientras la escuchaba en ese momento, pensaba en lo otro que me conecta con esta canción y me di cuenta de que me recuerda a mi padre.
El recuerdo se asocia al estribillo de la canción que dice: “Pantalón cortito, bolsita de los recuerdos. Pantalón cortito, con un solo tirador.”
Recordé que mi padre me contó que antes los niños no solían usar pantalones, sino que vestían pantalones cortos, como bermudas, y los tenían que usar hasta el comienzo de la adolescencia.
Por mi cabeza pasaron muchas cosas, pero principalmente comencé a pensar en la simbología y qué función podría cumplir esto, tal vez a nuestros ojos, “sin sentido”.
A medida que crecemos, tanto hombres como mujeres, vamos pasando diferentes etapas. Muchas de estas marcan un antes y un después, un cambio en la vida: la niñez, la adolescencia, la adultez, convertirse en madre/padre, la vejez.
Este pasaje entre etapas es bastante diferente entre el hombre y la mujer. En la mujer, las etapas más trascendentales, están acompañados por la biología: la menstruación, el embarazo, la menopausia. Aspectos puramente biológicos marcan esos cambios de etapa, traen nuevos elementos a la vida e invitan a transitar por diferentes fases del crecimiento psíquico.
En los hombres es bastante diferente, nosotros no tenemos de forma tan marcado aspecto biológicos que acompañen nuestro desarrollo, pero hay otros que tienen que ver con lo social y cultural, y son justamente los que se están perdiendo.
Autores que me gustan mucho, como Luigi Zoja, Joseph Campbell o Robert Bly, profundizan sobre esto y explican de qué manera lo cultural, a través de ritos o ceremonias (como poder comenzar a usar pantalones largos), le da al hombre una estructura a su desarrollo psíquico, mostrándole de otra manera lo que la biología le indica a las mujeres: el momento en que una parte debe quedar atrás y otra nueva debe comenzar a nacer.
Hoy en día, carecemos en gran medida de estos ritos o ceremonias simbólicas. La mayoría los hemos abandonado. A su vez, la ausencia paterna o de referentes masculinos maduros, hace que los jóvenes ni siquiera tengan un modelo de referencia a quien poder mirar para saber “¿y ahora qué?”. Alguien a quien ver para poder saber “quién puedo ser”.
Y otras veces, cuando el padre está presente, está muy cansado, carece de una presencia sólida en el hogar o hasta es imposible conectar con él, antes, por lo menos, llevaban a su hijo a su trabajo, ahora eso en la oficina no sucede.
La presencia mayormente de la madre, y la sobreprotección o la idealización, también dificultan este proceso. El joven no solo carece de referentes a quien mirar, que lo ayuden en su pasaje hacia la madurez, sino que hasta muchas veces la madre les impide ese crecimiento, porque este está relacionado con “irse”.
Esto es un caldo de cultivo para referentes modernos que aparecen en las redes sociales, que llevan a los jóvenes a una vida basada en lo material, en la satisfacción inmediata, a ver a la mujer como un objeto, a no creer en el sacrificio y en la importancia de la responsabilidad y el compromiso a largo plazo.
Al final de cuentas, no es extraño ver jóvenes a los que les cuesta madurar, que cada vez más tarde se marchan de sus casas, que tienen a sus madres extremadamente presentes más allá de los 40 años, que no se comprometen, que no se responsabilizan, que huyen de los conflictos o que toman caminos bastante más complejos, como las drogas o estar por fuera de la ley.
El hombre, al carecer de aspectos biológicos que lo acompañen entre fases de su desarrollo psíquico, necesita de elementos sociales y culturales, y estos únicamente pueden venir de otros hombres que los lleven en ese camino.
Entonces, ¿tienen que volver los pantalones cortos? No, pero esto que reflexionaba mientras escuchaba la canción es un motivo para prestar atención justamente a quien me recuerda la canción, a la importancia de la figura del padre en nuestras vidas y en la sociedad.
Tal vez tengamos mucho trabajo por hacer. Porque es una figura fundamental para nuestro desarrollo emocional, que no está únicamente en la persona de nuestro padre, sino también en el mundo, en nuestro interior y en la imagen que hemos construido de él.
Esa imagen no es solo un recuerdo, es una imagen que forma parte de nuestra estructura interna. Reconciliarnos con ella, haya estado presente, ausente o haya hecho daño, es parte esencial del camino hacia la madurez, por supuesto, del hombre, pero también fundamental para el interior de la mujer.
Solo al integrar esta figura conscientemente, podemos convertirnos en adultos completos, capaces de habitar el mundo con dirección, responsabilidad y sentido.
P.D.: Aquí te dejo la canción por si quieres escucharla https://www.youtube.com/watch?v=CL6JQzJ6vnY