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Madre depresión

El fin de semana vi en Netflix la película Hillbilly, una elegía rural, protagonizada por Glenn Close y Amy Adams, que relata la historia real de una familia estadounidense, centrándose sobre todo en el vínculo tóxico entre una madre y su hijo.

Bev es una madre adicta y con depresión. Con dificultades en sus trabajos, conflictos en sus relaciones de pareja, y explosiones de ira y de angustia.

Gabriel es un hijo que crece en un ambiente emocional de violencia e inestabilidad, sumando a esto la ausencia paterna (que aunque no me dé este post para hablar de esto, también esto dificulta esa relación).

El vínculo tóxico entre padres e hijos se da cuando por determinadas características de la vida del padre, de la personalidad o de la gestión que hace de los conflictos, genera en el hijo dificultades para desarrollar su individualidad e independencia emocional de manera adecuada.

En la película es la adicción y depresión de la madre la que determina el estado emocional de toda la familia, generando en el hijo apego, dependencia y la necesidad de sacar a su madre de ese estado, una búsqueda inconsciente para conseguir la felicidad y estabilidad de ella.

Los hijos de este tipo de madre, pero algo que suele suceder en mayor o menor medida con todos los hijos, es que necesitan “salvar” a la madre. Rescatarla del estado en el que están, del conflicto que tienen, aunque eso implique postergar sus vidas hasta perderse a sí mismos.

La película va intercalando escenas del presente y del pasado, mostrando como las experiencias del pasado van dejando huellas en el adulto, y como todo se conecta con los propios conflictos de Gabriel en el presente: distancia emocional con su pareja y dificultades para conseguir trabajo.

Llega un momento que Gabriel tiene que irse a su ciudad para una entrevista. Al no logra conseguir una cama en las clínicas de rehabilitación, decide dejarla en un Motel y cruzar a comprarle comida, pero cuando vuelve la encuentra drogándose. Ese es el instante que decide “abandonar” simbólicamente a su madre e irse, volver a su ciudad, con su pareja y concurrir a la entrevista.

Es el hijo durante su vida adulta quien tiene que asumir que no puede ni podrá “salvar” a su madre. Priorizar su vida y aceptar que de él no puede depender la felicidad ni el bienestar de ella.