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La madre es la conexión con la vida

La madre influye más que nadie en la estructura emocional profunda del hijo. Una influencia que dura toda la vida. No importa si se tiene vínculo o no con ella, la madre deja una huella que acompaña, consciente o inconscientemente, todos nuestros caminos.

Todos llevamos con nosotros la herencia de una madre que nos ha dado la posibilidad de lo más preciado que tenemos, la vida. Ella es la conexión con el mundo, con las emociones, con el cuerpo, con el amor.

La madre se define por la entrega, es un movimiento de ofrecerse a sí misma, haciendo a un lado su propia individualidad, para que una nueva vida pueda crecer y tener un lugar propio y singular en este mundo. La vida pasa a través de ella, pero sin ser de ella, así de importante es el amor de una madre.

Las emociones enriquecen nuestro paso por el mundo. La madre conectan al hijo con el mundo emocional. Su cuerpo, su espíritu, su dedicación, su sacrificio, su cuidado, su mirada y sus palabras, todos y cada uno transmiten al hijo la posibilidad de reconocer y encontrarse con su propio mundo emocional, de descubrir eso tan valioso y significativo que todos llevamos en nuestro interior.

La madre es la fuente de alimento del mundo psíquico del hijo. Lo subjetivo y simbólico que cada persona necesita para entablar un vínculo con el mundo que le rodea, para darle una formar a su personalidad, para construir relaciones significativas, para amar y sentirse amado, para darle un sentido a la vida, todos aspectos que son posibles gracias a la presencia afectiva de la madre.

La madre es fuente de conexión con la vida. Ella no solo tiene el poder de dar la vida, sino también de transmitir significado y deseo de vida. Ser madre es donar y darse a que la vida tenga lugar de ser, a que la vida sea una posibilidad, a que la vida suceda.