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Nuestro mundo interior

La relación que tenemos con el mundo que nos rodea es en gran parte resultado del vínculo que tenemos con nuestros padres. Hacer las paces con ellos es también hacer las paces con nuestro mundo.

Nuestros mundos, tanto el interior como el exterior, son un reflejo de lo que nosotros somos, pero sobre todo un reflejo de nuestra historia, tanto personal como familiar.

Las primeras etapas de vida es donde comenzamos a darle forma a estos mundos. No lo hacemos nosotros directamente ni de forma independiente, sino que lo hacemos a través de nuestro entorno, y más específicamente a través de nuestros vínculos más fuertes, nuestros padres.

Nuestro acercamiento y entendimiento del mundo se da a través de nuestros padres.

Ese entendimiento de todo lo que compone nuestro mundo, de las relaciones, del hombre, de la mujer, de los hijos, del dinero, del trabajo, del amor, de la vida, hasta de nosotros mismos, viene filtrado y teñido por la mirada que ellos mismos tienen de todo eso.

Esa mirada es la que nos lleva a definir y a estructurar nuestra propia mirada. Es una forma de mirar al exterior a través de los ojos de nuestros padres.

Nuestra mirada hacia nuestra madre no solo es la mirada hacia una persona en concreto, sino que es la mirada hacia la figura de madre, de mujer, de creadora de vida. La mirada sobre la intuición, sobre las emociones, sobre el amor, sobre el cuidado.

Nuestra mirada hacia nuestro padre no solo es la mirada hacia una persona en concreto, sino que es la mirada hacia la figura de padre, de hombre, de protector. La mirada sobre la autoridad, sobre la seguridad, sobre la individualidad, sobre la acción.

Una mirada sana, sin juicios y sin resentimientos, hacia nuestros padres es también es una mirada igualmente sana hacia el mundo que nos rodea y como espejo es una mirada sana hacia nosotros mismos.


Influencia de los padres en los hijos

La influencia inconsciente que los padres ejerces sobre sus hijos suele ser tan fuerte y profunda que tiene tanto el poder de hacer florecer como de marchitar.

Nunca podremos negar la influencia que los padres tiene sobre sus hijos. Estos, de diferentes maneras, construyen, definen y moldean su identidad.

Tienen poder de dar la vida, de inspirar, pero también de asfixiar y de limitar, tanto de manera consciente como inconsciente.

La influencia que ejercen está acompañada de elementos propios de nuestra sociedad y cultura, como también de valores, fortalezas y habilidades propios de ellos. Pero también hay otros aspectos, muchas veces inconscientes, que no supieron o no saben gestionar, como creencias, necesidades, miedos o carencias, y que son los que ejercen mayor influencia.

Va más allá de si la influencia tiene un carácter o una motivación de ser positiva o negativa, ambas en cierta medida pueden llegar a ser un condicionante o a limitar.

La forma de influenciar a veces aparece escondida en palabras bonitas o en gestos sutiles, pero que en el fondo condicionan y determinan la forma de actuar de los hijos.

Un padre que dice “te amo” puede significar “te amo” pero también puede significar “te amo mientras seas como yo quiero que seas”.

Una madre que le dice a su hijo “vos nunca tenés que ser como tu padre y dejarme sola”.

Unos padres que ponen cara de desaprobación cuando su hijo trae una buena nota por no ser una excelente nota.

Identificar y conducirse hacia la liberación de su influencia es tanto un acto de amor propio, como también una etapa necesaria en el proceso de madurez e independencia. Y esto no tiene que ver con la edad, muchas personas no lo consiguen durante toda su vida y están siempre moviéndoselo en función de los deseos de sus padres, tanto por afinidad como por rechazo, tanto de forma consciente como inconsciente.

Llega un momento que es necesario atreverse a desafiar las influencias y liberarse de esos hilos invisibles. Esto no implica confrontar o llegar al conflicto, a veces basta con darse cuenta para comenzar a tomar nuevas decisiones, independientes y coherentes con el deseo y la motivación personal.


SENTIMIENTO DE Culpabilidad EN LOS HIJOS

El sentimiento de culpa que muchas veces los padres generan en sus hijos es una carga emocional que impide el pleno desarrollo del individuo.

La culpabilidad es un mecanismo utilizado en nuestras relaciones para generar una sensación desagradable en el otro que lo lleve a sentir que debería comportarse o ser de otra manera.

Es una forma de manipulación y de violencia que en el fondo esconde un conflicto personal que se pretende resolver a través del otro. Generar sentimiento de culpa en el otro suele ser utilizado con el fin de liberarse de la responsabilidad personal frente a un conflicto y no gestionarlo.

En los hijos la culpa se instala muchas veces en forma de frases, creencias o comportamientos que buscar llevarlo por un camino determinado, que aunque no sea el suyo propio, es el que le sirve al padre, tanto para resolver un conflicto de su infancia o un conflicto actual, un conflicto consciente o inconsciente.

Un padre que vivió escasez económica en su infancia puede no estar de acuerdo o hasta desalentar a que su hijo se dedique a una profesión que él cree que no le dará los suficientes ingresos. “Vos tenés que tener lo que yo no pude tener”.

Una madre que tiene un conflicto con su pareja porque no está el suficientemente tiempo en la casa, proyecta sobre su hijo que tiene que hacerse cargo de las cosas del hogar y cumplir un rol que no le corresponde. “Vos me tenés que ayudar porque tu padre siempre me deja sola”.

El sentimiento de culpa surge del choque entre el deseo personal y el deber “impuesto”, lo que se quiere y lo que se supone que debería de hacer o de ser.

Activar creencias o comportamientos en el otro que busquen compensar una carencia o una necesidad personal no gestionada, con la consecuencia emocional de la culpa, no solo habla de inmadurez emocional, sino que suelen generar un gran condicionante en la vida de un individuo.


ACEPTACIÓN E INTEGRACIÓN DE LOS PADRES

La mejor forma de agradecimiento a nuestros padres es vivir nuestra propia vida, en total plenitud y dándole nuestro propio significado.

Hay una etapa en todo proceso de desarrollo individual en la cual se necesita superar a los padres. Esa superación, ese “ir más allá”, no significa alejarse de ellos ni de lo que representan, sino superar los conflictos, las creencias, los mandatos, los apegos, las fidelidades y las lealtades familiares.

Todos los condicionantes que de alguna manera nos impidan nuestro propio proceso, nuestro desarrollo y tener un estado de paz interior y de plenitud emocional.

Sumado a eso aparece la oportunidad y hasta necesidad de integrar en uno mismo todo lo que ellos son, en su totalidad, tanto con sus luces y con sus sombras. Porque nos olvidamos, pero al rechazar la sobra terminamos también rechazando la luz y perdemos de vista que en la unión de ambos es que somos.

El amor de superar, de dejar atrás, de soltar, de construir el propio camino individual. Comprendiendo todo lo que hicieron, que dieron lo mejor que pudieron, lo que tenían y lo que sabían dar, y que gracias a todo eso nosotros también somos lo que somos. Desde ese lugar darle nuestro propio y singular sentido y significado a nuestra vida.

Honrar a nuestros padres no significa hacer o ir por el camino que ellos necesitaban o que ellos querían, ni tampoco complacerlos, sino que significa construir la vida con base en lo que nosotros queremos para nuestra vida.

Esa etapa de superación que resulta tan importante es una puerta a encontrarnos con un nuevo mundo, un mundo más nuestro, más propio, más en sintonía con nuestros deseos, un espacio que signifique nuestro propio lugar en el mundo.