El rol de madre, en una primera instancia, requiere en gran medida de soltar la individualidad para dar el cuidado, la atención y la vida a otro ser. Algo que más adelante y lentamente deberá recuperar.
En cambio, la madre narcisista no logra hace ese movimiento de entrega, por el contrario, el centro de su vida es ella misma.
Se prioriza a sí misma. Su propio cuidado, su cuerpo, su vida profesional, sus vínculos, al punto de descuidar a su hijo, usar a su hijo para cubrir sus propias necesidades o hasta sentirse «viajando con exceso de carga».
Para el hijo, la madre narcisista representa en cierto grado una ausencia materna, no porque no esté físicamente, sino porque desarrolla un vínculo de pobreza emocional con el rol materno.
Eso puede llevar a ser adultos que ocupan ellos mismos o buscan alguien marcadamente en un rol materno, sobre todo en las parejas, como una forma de tratar de cubrir ese vacío.
Al mismo tiempo que rechazan y se alejan de aquellos aspectos que su madre representaba, como ser priorizarse a uno mismo frente a los demás.
El asunto siempre está en tomar consciencia de estos patrones para recuperar una posición saludable y entrar en equilibrio al mismo tiempo con lo materno y con lo individual.