No estamos acostumbrados a comprender la importancia de una buena gestión emocional y darle el lugar dentro de la salud, como se merece.
Y no hablo de cuando nos sucede cosas como perder un ser querido, una separación o cuando vivimos circunstancias traumáticas. Ahí sí solemos comprender la importancia de gestionar esas emociones que se producen, y hasta en el mejor de los casos sabemos que es bueno recurrir a algún profesional o alguien que nos pueda ayudar y dar una perspectiva distinta de la situación.

Pero, hay una gestión emocional que ni miramos, la micro-gestión emocional, la del día a día, la de emociones que se despiertan sin que sucedan hechos trascendentes. Muchas de estas cosas nos limitan de tal manera que no somos conscientes que si nos ocupáramos de esto seríamos más libres. Muchas de estas cosas nos están condicionando sin ni siquiera saberlo.

A veces, estas pequeñas cosas, las miramos de una manera bastante particular, porque solemos pensar en esto bajo la mirada de “yo soy así”. Partiendo del “soy así” nos permitimos muchas situaciones, estados emocionales, actitudes y comportamientos, que aunque no nos gusten del todo, suponemos que son nuestras y si son nuestras las tenemos que aceptar.

Tenemos que comprender, que la gestión emocional es fundamental para sentirnos más libres, para no ser de alguna manera rehenes de las emociones que se nos van despertando. Hay que aprender a mirarlas, a gestionarlas, a buscar la fuente y con esto poder tomar nuevas decisiones. Esta es la manera que se vayan produciendo cambios positivos en nuestra vida.

Es una buena práctica evaluar y dudar de cada cosas que sentimos y no dar nada por “yo soy así”, sobre todo aquellas cosas que nos generan algún conflicto.

¿Qué cosas cambiaría de mí? ¿Qué me hace enojar? ¿A qué le tengo miedo?

Podemos encontrar detrás de cada cosa que hacemos o pensamos algo que nos limite o nos potencie.