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Querer que el otro cambie

Querer que el otro cambie, que sea distinto, que deje de hacer tal cosa, que comience a comportarse de tal manera, o que sea como nosotros queremos que sea, es una condena emocional en la cual nos metemos a nosotros mismos.

Querer que el otro cambie es un gran acto egoísta. No solo no lo aceptamos tal cual es, sino que escondemos la intención de cambiarlo, de que sea de la manera que pretendemos que sea, olvidando sus motivos, intenciones y procesos para ser de la manera que es.

Querer que el otro cambie es uno de los grandes conflictos emocionales que condiciona nuestra vista hasta dimensiones que no imaginamos. En vez de asumir algo que nos está sucediendo con relación al otro, queremos que sea el otro que modifique su forma de ser para nosotros dejar de sentir eso que podemos estar sintiendo.

Querer que el otro cambie es no asumir la responsabilidad sobre lo que nos está sucediendo.

Ya sea porque algo del otro nos molesta y no vemos nuestra cuota de responsabilidad sobre eso que sucede, o porque no asumimos que tenemos una necesidad propia que no estamos cubriendo, y por eso queremos que sea el otro que cambie y la cubra.

Querer que el otro cambie es una condena emocional, donde ponemos nuestra vida en pausa, no asumimos nuestra responsabilidad, y nos colocamos en una posición que no deja a merced de lo que el otro haga o deje de hacer con su vida.

Cada vez que nos vemos inmersos en situaciones donde queremos que el otro cambie, debemos preguntarnos: ¿Qué tenemos que cambiar nosotros?

La creencia de que el otro tiene que cambiar es justamente una invitación a revisar que cambios no estamos asumiendo o dispuestos a realizar nosotros mismos.