El poder esclavizantes de los halagos en el desarrollo personal

Una crítica puede ser recibida como el impulso para revisar aspectos nuestros que tal vez no queríamos mirar, para descubrir quienes nos apoyas y quienes no, para evaluar un cambio que necesitamos hacer, para fortalecer y renovar la seguridad en nuestro camino, para confirmar quienes queremos ser, más allá de las opiniones de los demás.

Un halago, en cambio, puede ser usado para llevarnos a permanecer en donde estamos, para manipular y conseguir lo que quieren de nosotros, para condicionar las decisiones que necesitamos tomar, para impedir que hagamos nuestra vida teniendo que destinar fuerza y energía hacia otro lugar.

Los halagos que más pesan, y que inconscientemente más condicionan, son aquellos que vienen de los padres hacia los hijos. En la vida adulta también están presentes, y muchas veces surgen de la imposibilidad del padre de gestionar sus conflictos de otra manera, obteniendo a través del hijo aquello que de otra forma no pueden.

“Nadie me entiende como vos” le dice una madre a su hija, quien no es comprendida por su pareja.

“Eres el único que me escucha” le dice una madre a su hijo, contándole todos los problemas que no puede hablar con su esposo.

“Eres la única que me hace feliz” le dice un padre a una hija, no logrando resolver los conflictos en su trabajo.

“Todo lo que hago es por ti” le dice una madre a su hijo, quien está evitando divorciarse justificando que es por él.

“Eres perfecta, no cambies nunca” le dice una madre a su hija, cada vez que va a cuidarla.

“Eres la más responsable” le dice un padre a su hija, mientras le hace asumir responsabilidades que no le corresponden.

Aunque tendemos a creer que aquello que se muestra como “positivo” lo es, también pueden esconder otras intenciones, aquellas que están limitando o condicionando aspectos necesarios para nuestro crecimiento personal.