La infidelidad no es asunto de una parte o de la otra, sino que es un asunto de la pareja. Es algo que pertenece a la unidad, al vínculo que ambos han formado. Ni siquiera es el conflicto real de la relación, sino su consecuencia, el resultado de algo más.

Es la parte visible de algo que estuvo sucediendo por debajo.

Al igual que un síntoma, que es la manifestación de que algo ocurre, la infidelidad nos da indicaciones de aspectos de la pareja no gestionados de forma adecuada. A tal punto de no poder sostener el contrato afectivo y sexual que la pareja hizo.

Cuando el contrato se rompe, se hace notorio un conflicto que nunca fue asumido.

El infiel suele ser quien manifiesta el conflicto, es quien lo hace visible, pero quien recibe la infidelidad suele ser quien lo oculta o lo calla. Ambas partes suelen estar igualmente involucradas.

Carl Jung decía “la escasez aquí produce exceso allá”. Ambas partes se mantiene en un equilibrio silencioso que las involucra por igual.

Pensar que uno de los dos no tiene nada que ver con lo sucedido es la mejor manera de culpar y evitar toda responsabilidad al respecto. Olvidado que también él es una parte fundamental de la relación.

Los asuntos que la pareja esconden o evitan gestionar, no hace más que cocinar a fuego lento un conflicto que más tarde saldrá a luz, de alguna manera u otra.

Desde la Bioneuroemoción® vemos a la infidelidad como la consecuencia de un tipo de vínculo con ciertos condicionantes que fueron los que llevaron a producir ese tipo de “síntoma”.

Apego, falta de diferenciación de la pareja, abandono emocional, desvalorización, abandono propio, dependencia emocional. Modos de vínculos que tiene sus comienzos en la familia de origen de cada uno, y que son usados como formas de vincularse en las relaciones adultas.

Para construir relaciones sanas, es necesario tener conversaciones incómodas.