Vibrar alto

Ícaro, en la mitología griega, hijo de Dédalo, se encontraba prisionero junto a su padre en la isla de Creta. Decididos a escapar y viendo la imposibilidad de hacerlo por mar, ya que el rey Minos tenía todo controlado, deciden hacerlo por aire.

Dédado entonces comienza a crear unas alas que les permitan volar y salir de ahí. Utilizando plumas, hilos y cera para pegar todo, construye alas para cada uno. Pero algo muy importante había que tener en cuenta, Dédado advirtió a su hijo Ícaro, “no vueles muy alto porque el calor del sol podría derretir la cera”.

Utilizando las alas pudieron volar e ir más allá de la zona de la isla, pero en un determinado momento Ícaro comienza a ascender más de la cuenta, sin tener presente la advertencia de su padre. El sol comenzó a derretir la cera de las alas y las plumas se fueron despegando, y aunque Ícaro agitaba sus brazos, ya no quedaban suficientes plumas para sostenerlo. Ícaro muere al caer al mar.

Quiero hacer una analogía de este mito de Ícaro con una moda actual que, refiriéndose a conceptos como, espiritualidad, vibrar alto, vibración, frecuencia o niveles de consciencia, los utiliza como medidas de bajo o alto, buscando una separación en referencia a dos elementos: a otros y a nuestras partes más oscuras e instintivas. Es un intento de tomar distancia simbólica del plano terrenal y físico, en contraposición con el cielo, lo elevado y mental.

Como Ícaro, vibrar alto es una forma de alejarse de lo cotidiano, del mundo, de los conflictos, de lo que sucede con otros o hasta dentro de nosotros. Algo que puede esconder la intención de evitar hacer frente a lo que nos está sucediendo en el plano físico, real. Conflictos con nuestra pareja, hijos, un jefe, una madre, o hasta con partes nuestras que no nos agrandan.

Es más sencillo creer que alguien no está en frecuencia con nosotros a asumir que tenemos un conflicto del cual nos tenemos que responsabilizar.

Es más sencillo pensar que tenemos que elevar nuestro nivel de consciencia a que tenemos que aceptar la mierda que estamos sintiendo.

El asunto es que, al igual que a Ícaro, la altura nos acerca al sol, y no es solo algo que nos puede quemar, sino también nos aleja de los demás y de lo que nos sucede.

Los conflictos suelen requerir más remangarnos y meternos en el barro, ir hacia la mierda y lo que más nos incomoda, que elevarnos, alejarnos y hacer de cuenta que no están, no están a nuestra altura o no son nuestros.